"MI PINTURA ES una ventana que mira a un universo interior. Mis cuadros documentan las circunstancias y la topografía de un espacio preexistente, en donde lo onírico no pasa de ser una característica estética".
El sueño de Lodeiro, como en Borges, es un sueño dirigido, pero en este caso quien dirige parece ser un niño invisible que ignora su condición de director. Lo cotidiano deviene en mitológico, lo tierno modula o interpreta lo terrible, lo fuerte y lo suave se penetran como buscando la propia esencia en el opuesto.
Los habitantes de su mundo se presentan en estado de inocencia, negándose a la alegoría, pero incapaces de escapar al planteo de una inquietud que está siempre presente. Parecen siempre pertenecer a un equilibrio que fue perdido, o que está a punto de ser recobrado.
El fin del artista, en este caso, es el de representar este universo tal y como lo percibe.